Maradona es un gran motivador, qué duda cabe.
Motivó a los 23 jugadores que llevó a Sudáfrica: nos prometió que sus fieras dejarían la vida por la camiseta en la cancha.
Pero la gran novedad fue que motivó a una sociedad entera.
Lo hizo con pequeñas cosas y grandes gestos.
Nos habló del espíritu de la selección campeona de 1986 y ahí mismo empezamos a encontrar coincidencias:
en el 86, como en el 2010, ganamos un Oscar a la mejor película extranjera,
¡creer o reventar!
Y su intuición funcionaba, como funcionaban sus besos y sus abrazos.
Se llevó a Martín Palermo para agradecerle el gol de la clasificación y Palermo fue más Palermo que nunca.
Debutó en un mundial a los 36 años, jugó 10 minutos y convirtió su gol. Toda su familia lloró en la platea, y todos nosotros, incluso los gallinas, nos emocionamos. ¡¿cómo evitarlo?!
Maradona nos habló de Tevez, el jugador del pueblo, nos dijo que con Romero había arquero para 25 años, nos contó que la selección era Mascherano y 10 más, nos juró que este iba a ser el mundial de Messi.
De a poco le fuimos creyendo, porque él se la creía.
Y las voces de periodistas especializados, como los que tenemos aquí en Continental, se fueron silenciando en nuestras cabezas.
Que la defensa era floja, que no había medio campo, que eran demasiados delanteros, que sobraba motivación y faltaba táctica… todo eso fue perdiendo peso a medida que la selección avanzaba.
Cada vez que alguien le insinuaba una crítica, Maradona se enojaba, y nosotros con él ¡Qué aguafiestas!
¿Y si Maradona se daba el gusto además de poner a casi todas sus fieras en la cancha? Pensamos que hasta Garcé podía tener sus minutos.
Y los padres de Maradona estaban listos para viajar a Sudáfrica si Argentina llegaba a la final. Como en el 86.
Maradona, campeón del mundo, el mejor de todos los tiempos, expulsado por doping en el mundial 94, recuperado de su adicción a las drogas, tenía mucho más para darle a su biografía épica.
Maradona, que nos dio las mejores alegrías en la cancha, nos daría también un campeonato como técnico.
¡Cuántas promesas!
Con 4 goles, una goleada histórica, Alemania las destruyó todas. En 90 minutos.
Y quedamos todos como desamparados, huérfanos de motivación.
6 de julio de 2010
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Supongamos que:
ResponderEliminara) Una familia atea y heterosexual muere en un accidente pero sus hijos menores la sobreviven.
b) Dicha familia desea que sus hijos, en ese caso, sean adoptados por una pareja con las mismas convicciones.
c) Que una pareja de esas características esté en la lista de adoptantes.
¿Por qué con el actual proyecto de ley un juez tendrá la posibilidad de no respetar dichas convicciones? Si en caso de muerte nos preguntan por la donación de órganos, por qué no nos van a preguntar por el futuro de nuestros hijos. Por supuesto, las convicciones enumeradas pueden cambiarse pero la pregunta es la misma.
Osvaldo J. Gorgazzi
Motivar y manipular se parecen pero no es lo mismo. La arenga de un iletrado no puede ser considerada motivacional. El mecanismo de lavaje de cerebro funciona como el de una secta: nadie puede hablar por fuera del grupo, el grupo no se equivoca nunca, el Maestro no se equivoca nunca. Si no, lapidación y escarnio público.
ResponderEliminarLos periodistas nos ofendimos cuando dos barrabravas corrieron a Bravo en la calle. Curiosamente, los periodistas no estaban atentos cuando el gran motivador insultó a un colega cuyo único delito era no estar de acuerdo con la táctica adoptada. "Pasman es un operador", "un desestabilizador", "un opositor": los mismos argumentos K con los que se deslegitiman los reclamos.
Algún día nos despertaremos de la alucinación colectiva y nos daremos cuenta que dejamos una mochila muy pesada en la espalda de alguien que jugando fue el más importante del mundo. Dirigiendo NO SABE NADA. Y pondremos cada cosa en su estante, como debe ser. Y volveremos a pedir idoneidad, estabilidad emocional, educación, respeto por el disenso. Ojalá falte poco.