29 de junio de 2009

Upss

Néstor Kirchner perdió "por poquito" en la provincia de Buenos Aires. La presidenta Cristina tampoco se desanimó con el resultado: hizo sus cuentas y concluyó que por suerte habían sacado algo más del 30 por ciento de los votos en todo el país, unos puntitos por encima de cualquier otra fuerza a nivel nacional, y que obtuvieron una victoria indiscutible en El Calafate, su "lugar en el mundo". Para ser estrictos, en El Calafate, donde el intendente repartió con generosidad tierras fiscales entre los Kirchner y sus funcionarios, se impuso el ausentismo: 6.391 personas en condiciones de votar faltaron a las urnas. Pero eso sí, entre quienes concurrieron, el 56.75 por ciento (4.157 personas) votó por el Frente para la Victoria.

24 de junio de 2009

Trampas ¿nada más?


Empecemos por Francisco De Narvaéz. En la semana final, denunció un pacto que nunca existió entre Néstor Kirchner y Elisa Carrió, aún sabiendo que tal pacto era inexistente. Gastó en la campaña mucho más dinero del límite permitido por ley ("es toda mía", se justificó). Máximo autorizado en provincia de Buenos Aires: 15 millones de pesos. Pero tan sólo en imprimir boletas, gastó 4 millones... Y empezó a emitir propaganda mucho antes de lo permitido. La ley autoriza la publicidad de los candidatos sólo 30 días antes, pero De Narvaéz se anticipó con una trampita: no pedía el voto de manera explícita, sólo promocionaba su figura.

Néstor Kirchner fatigó el conurbano en el helicóptero de la Presidencia, usó todos los medios públicos a su disposición y teniendo a todo el gabinete nacional trabajando para él, no tuvo ni necesidad de montar un comando de campaña: su hermana, la ministra de Desarrollo Social toma notó de los pedidos como si fuera su secretaria privada, el ministro Florencio Randazzo funcionó como su jefe de campaña y el titular de la SIDE lo acompañó a todos lados (mejor ni preguntar qué función pudo haber cumplido Héctor Icazuriaga). Hasta se permitió anunciar en campaña que la Presidenta pondría plata para salvar a La Serenísima. Lo hizo a menos de una semana de las elecciones, cuando el Código Electoral prohíbe anuncios de ese tipo dentro de este plazo. Pero, claro, él es candidato, no es funcionario: ahí está la trampa: la prohibición recae sobre la Presidenta. A nadie se le ocurrió pensar en el marido... Tampoco reparó en gastos de publicidad de campaña, que, dicho sea de paso, es muy parecida a la publicidad oficial que pagamos entre todos: mismos colores, misma estética.

Mauricio Macri y Gabriela Michetti, hicieron lo mismo: utilizaron los mismos colores para la publicidad del Gobierno que la propaganda de campaña, y presentaron una rendición incompleta de sus gastos. Macri también ignoró las prohibiciones que rigen para impedir que los funcionarios usen plata pública para incidir sobre el voto y correr así con ventajas sobre sus competidores: a seis de las elecciones, inauguró el túnel de la avenida Sarmiento, en la zona de la Costanera y Avenida Lugones.

Hablando del Código Electoral, de su artículo 64 bis, incorporado en julio del 2002, a la presidenta de la Nación también le exige que no participe de actos en la semana final. Pero ella nunca tuvo su agenda tan llena como en estos días, con una trampita: son actos en establecimientos privados: una empresa petrolera, un astillero, una fábrica de galletitas... El Código prohíbe "actos inaugurales de obras públicas" y también, todo acto de gobierno que busque captar el voto. ¿Pueden existir actos privados de la Presidenta?

La separación entre las cuestiones partidarias y las cuestiones del gobierno, no es precisamente el fuerte del kirchnerismo. Daniel Scioli no se tomó ni un día de licencia. Para él, gestionar es hacer campaña. Más claro imposible.
Ni siquiera tiene previsto ocupar la banca para la cual es candidato (a menos que Kirchner le tenga preparada una sorpresa). Dice que es una pregunta que sólo desvela a los periodistas, que a la gente no le importan las "testimoniales", aunque sean una trampa para el electorado.

Gastos sin control, candidatos testimoniales, uso de fondos del Estado para asuntos privados, burlas a la veda electoral, rendiciones de gastos de campaña irrisorias… Lo peor de esta campaña es que incluye a la trampa como método aceptado por una enorme mayoría para la búsqueda del voto.